Natalia Veana es antropóloga social. Dirige la librería itinerante La Librera.
Como estudiante, lo que más disfruté de la antropología fue leerla. (Quizás eso me hace una terrible antropóloga). Pero la literatura etnográfica me deja la sensación de que el mundo en el que vivo es mágico.
No olvido las palabras de un profesor mientras nos contaba una anécdota de su trabajo de campo. La historia va algo así:
En las Filipinas hay una isla en donde se acostumbra subir al cerro más alto cuando el mar se retrae, pues indica que algún dios está enojado y se debe subir a rezar para calmarlo. Hace tiempo hubo un tsunami que arrasó con todo. Mató a cientos de personas, menos a las que tenían por tradición subir a rezarle a su Dios enojado.
Y el profesor dijo: “el chiste de la antropología no es hacernos pensar en lo “curiosas” que son estas personas—que de alguna manera lograron transmitir el conocimiento adecuado a través de generaciones para salvarse de catástrofes meteorológicas—sino hacernos reflexionar en tanto a que, quizás, sí existe una deidad del mar que debe ser apaciguada. Abrirnos a tomar en serio otras formas de explicar el mundo.
En otras palabras, nunca asumir que nuestra forma de percibir la realidad es correcta, y mucho menos la única. Lo cual, más que generarnos pánico, nos puede mostrar lo bonito que es, de repente, perder el piso.
Y de esto va la lista
Medusa's Hair: An Essay on Personal Symbols and Religious Experience
Gananath Obeyesekere

An Enchanted Modern : Gender and Public Piety in Shi'i Lebanon
Lara Deeb

When the World Becomes Female: Guises of a South Indian Goddess

Writing Women's WorldsBedouin Stories
Lila Abu-Lughod

Death Without WeepingThe Violence of Everyday Life in Brazil

The mushroom at the en d of the world on the possibility of life
in capitalist ruins
